Jorge Pedrero

Jorge Pedrero
Mi Padre
El vigilante de la nieve


Texto:  Antonio Gamoneda.

En un libro mío (se supone que de poemas), existe una parte o capítulo que tiene título propio: "El vigilante de la nieve".

Hay críticos que hablan de este tramo de escritura determinando que se trata de autobiografía y autocontemplación, que yo soy, en una palabra "el vigilante de la nieve". No. De quien yo hablo es de Jorge Pedrero, obrero del vidrio, pintor y suicida.

Cuando nos conocimos, hace casi cincuenta años, yo no tenía veinte y él estaría por los treinta. Éramos amigos en grupo con tres más (otro pintor y dos poetas); y andábamos crispados y avizores en la tristeza intelectual y política del momento (he dicho "tristeza", podría haber escrito "miseria").


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                                                                                                  Texto: Pablo De La Varga

                                                                                        Meditaciones sobre un cuadro 
                                                                                      
Tengo sobre mis ojos, un cuadro con el que convivo. Frente a mi mesa de trabajo me espera, ofreciéndome cada día el espectáculo de sus   colores dominados por un gran desasosiego.

Sin embargo, dentro del lienzo plano, en sus 107 por 72, habita un orden que ofrece una ambientación inquietante,que al contemplarla con espaciosidad y silencio poco a poco va desvelando sus contenidos.

Sucede, que en sus dos tercios superiores hay un alboroto vertical de colores en lucha que alza su movimiento hasta un cielo alarmado.
El tercio inferior es horizontal y sereno. Un gran caudal de agua que marcha tranquila, es el espejo que devuelve al entorno la imagen
de un aire neblinoso de color.
Sobre él, la silueta de barcos rielan. Uno de eslora, posa su línea de flotación sobre los reflejos rayos del cielo, otro de proa, amenaza con iniciar su marcha de frente, alguno más, se deja adivinar en esbozo. Son naves de laboreo.

La propuesta de esta pintura, es el rescate de todo el color -solo el color- que bullía en la Ría de Bilbao       
a su paso por Altos Hornos.

La toma está echa desde la orilla derecha y contempla el poderoso colorido de la fragua dantesca que vibraba en la margen de enfrente.

Es singular e irrepetible.

                                                                                               Pablo de la Varga

Retrato de Pablo De La Varga
Técnica: carboncillo y lapiz conté sobre papel



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